En la casa de mis abuelos paternos nadie lee. Bueno, si leen: mi abuela lee salmos de la biblia, mis tíos el períodico, mi papá lee sólo cosas de economía, mi abuelo leerá avisos por ahí, mis tías no leen, mis primos no sé si sepan leer y las esposas de mis tíos (porque casi todas las tías son solteras) leerán TV y Novelas, o esa cosa de El Godobiano que se llama "La Chiva", que yo también a veces leo. No les interesa leer, no les gusta leer, no les enseñaron a leer, no creen que leer es un disfrute. ¿Eso pa' qué?. Por no mencionar lo que opinan de que el cuarto de sus sobrinos, osea yo, haya estudiado una carrera donde hay que leer, y leer, y leer.
A mi eso me tiene sin cuidado. No es un secreto que Medellín se una ciudad anti-lectura, que tener una librería allá no sea un buen negocio. Que dizque el mejor escritor de Medellín sea este señor Abad Faciolince, que la mejor biblioteca de la ciudad sea la de una universidad (donde hay que hacer muchas maromas para poder entrar). En fin, yo no me voy a quejar de eso. Ya bien sabido es por todos, pero bueno, las cosas deben estar mejorando, según me han dicho.
El caso es que hace poco recibí un paquete de cosas que necesitaba de allá, mi mamá me lo mandó, y entre esa cosas había un regalo, un regalo bastante curioso a mi entender: un libro. Pero lo más curioso y que me causó mucha emoción es que quien me lo mandó haya sido mi abuelo, Rafael Gómez Patiño, que si bien no es analfabeta, no lee.
Tiene ya 90 años, y nació en Gómez Plata. Según él, ese pueblo -antiguo sitio de Pavón y Hojasanchas- se llama así por unos mineros Gómez que habían conseguido mucha plata, por eso Gómez Plata. Y no, la historia es otra. En fin. Yo hablo mucho con mi abuelo, y cuando marco a Medellín hago que me lo pasen, pero ya está super sordo. Sin embargo me cuenta cosas y me dice: que la virgen me lo acompañe. Yo le pregunto a él muchas cosas, y el me pregunta muchas cosas a mi. Y un día me preguntó que como iban "los estudios", le dije que bien, que estaba estudiando para escribir un libro. Y el se sorprendió. Se puso a contarme que tiene un amigo que escribe libros, un señor más viejo que él y que todavía se parcha ahí en las banquitas de la estación Floresta del metro a conversar con otro combo de viejitos que viven por ahí, entre ellos mi abuelo. El señor se llama Jose Ignacio Duque, y escribió un libro que se llama
Las uvas del tiempo , se lo regaló a mi abuelo (sin dedicatoria) y mi abuelo me lo mandó a mi.
Es un librito ahí, como lleno de ocurrencias. En pocas palabras, lo mismo que muchos blogs, pero en papel. Me puse a leerlo y me pareció curioso. No porque diga cosas muy profundas y muy reflexivas, ni porque esté bien escrito, sino porque es del amigo de mi abuelo que "escribe libros". Un librito, que no es gran cosa, pero que es como un rasguño de idiosincracia, de lo que J.P. Barrán ha llamado sensibilidad cultural. Lo que la gente opina, lo que la gente piensa, lo que la gente cree. En éste caso: algo que me atrevería a llamar "el pensamiento antioqueño". Con la ventaja de que quedó escrito y publicado. Y bueno, tal y cual lo hacía este muchacho Camilo Jiménez en ese blog tan chimba que es "elojoenlapaja", yo quiero rescatar aquí cosas de
Las uvas del tiempo, el libro que mi abuelo me regaló. Son 41 capítulos entre ensayitos, ocurrencias y opiniones del autor. Aquí las que más me llamaron la atención:
Suegras y Nueras:
Cuando en los hogares intervienen: padres, abuelos tíos, tías; es decir todos con sus pareceres y teorías distintas, los niños se van deformando y si a ésto le agregamos los mimos, regalos, felicitaciones tapando sus actos negativos, no hacen más que consentir en todos sus caprichos, y así va resultando un dictador, un enemigo de la sociedad.
Chistes y refranes piden la abolición de las suegras; claro, imposible. Pero no será que las suegras trabajosas y descontentas no fueron buenas madres cuando les correspondía el turno, y ¿ahora quieren rehacer lo mal hecho?.
La SolteronaAun no están lejanas aquellas fiestas envigadeñas cuando se celebraba la fecundidad, donde concursaban madres con 28, 30 o 32 hijos.
Hay solteronas por accidente, desengaño o casualidad. Hay hijas mayores que no quieren alejarse de su padre (complejo de Electra); hay tías que tienen que cuidar sobrinos para que sus padres trabajen, o cuidar hermanos por la ancianidad de sus padres.
Hay muchos pretextos baratos de señoritas que no se casaron por no encontrar un hombre con las cualidades que ellas querían; pretextos. Era que no tenían ningún atractivo personal y poco a poco las fue dejando el tren.
Desafortunadamente a pesar de su pretendida liberación, la mujer está en desventaja respecto al hombre: es normal que sea el hombre el que escoja entre novias, la que encuentre con más cualidades, afinidades, preferencias. Pero cuando el caso en contrario, que la mujer elige, muy pronto estarán separados, divorciados. El esposo le dirá: como yo no te busqué, puedes buscar otro.
Las solteronas que dicen no haberse casado por no haber tenido amor, es falso; el amor existe siempre, lo que pasa es que fue desafortunada. Decir que no amaron a nadie, no pueden comprobarlo. Sólo el Diablo no ama, y cuando uno no ama a otros se ama a si mismo. En casa de solteronas no falta un perrito de esos chiquitos, un gatico, un pajarito u otro animalito donde la solterona descarga todo su amor, aunque un poco distorsionado. Solteronas estrictamente hablando, son pocas, escasas porque carecen de un amor verdadero o no han sabido cultivarlo y administrarlo. Pobrecitas ellas, ya que en el reparto de los novios no apareció su príncipe azul o de otro color rebajado, que desde su infancia soñaban con él, y no llegó y se fue con otra.
Doña AbundanciaSe tenía ella misma por sabia, hablaba mucho y mal. En su ignorancia hablaba como teóloga de ocasión, como médica de frustración, como abogada por equivocación, como enfermera por deseo, como bruja por aspiración. Parlanchina, sabelotodo, repleta de opiniones pero sin ideas. Se la tenía velada a los niños de la casa, mostrándoles un grueso y ahumado colmillo, único representante de toda su dentadura en la quijada, sobresalía como diente de jabalí. Cuando hablaba de ella mostraba un aspecto feroz, y ay de que se burlara de ella. Predicaba a los muchachos y les decía: A los niños de hoy los alimentan con tinta de imprenta, por eso nunca les sube el color a la cara; los muchachos de hoy son groseros, irrespetan a los ancianos, se burlan de la gente de bien; a los pobres viejos los llaman "cuchos", como quien dice: ya se acabaron, están viviendo horas extras.
Adelaida, la muchacha del servicioAcaba de llegar a Medellín la chilapa Adelaida. Es tiznaita, ñapanguita. Muestra unos 18 años inciertos, porque ignora la fecha de su nacimiento. Vino de Lorica traida por una amiga de su mamá, en busca de trabajo.
-Oiga, Adelaida, ¿usted como que ha sido muy pretendida?
-No doña, es que cuando una es llamativa, todo novio barre bien. Nada menos ayer cuando venía de Lorica, en el mismo bus y al lado mío venía un muchacho, tumbador, bello, pero no le pude ver la cara.
-¿Cómo que era pispo y no le vio la cara? ¿Sería un guerrillero?
-No doña, dios me ampare era que estaba tan barbitúrico como Fidel Castro.
-¿Y va a cine, qué películas le gustan más?
-Yo no sé el nombre ni el apellido de las películas. Hay unas buenas y otras muy buenas. Cuando voy a cine le pierdo el hilo a la película por ver a los que se besan. Oigo cuando esos enamorados dicen: cine sin beso es como chocolate sin queso. Vea cómo es la gente de hoy.
Modas de las mujeres de hoy en día La mujer ha sido, a través de los siglos, objeto del placer para algunos seductores. La mujer que vende su cuerpo al mejor postor se le denomina: mujer de mala vida, prostituta, meretriz, buscona, hetaira, mundana, pendanga, zorra, etc., que lejos de resguardar su pudor, exhibe sus formas de tal manera que provoque la lujuria del hombre. Son más las mujeres honestas decentes, honradas, respetables, heroinas, santas, pero también abundan las lujuriosas.
Fue tan vieja la moda de mostrar el ombigo que hasta al legendario Buda se le representa mostrando su gigantesco vientre y su ombligo. El ombligo que nada significa para los hombres, ha servido para que las seductoras mujeres hagan su agosto. Ya es moda que so pretexto de la falta de empleo, algunas jovencitas universitarias han montado casas de amor. Allí dizque encuentran su propia realización, disfrutando de la vida, como diosas paganas. Hay meretrices que se han preparado para este oficio leyendo novelas, oyendo radionovelas, viendo telenovelas, así de fácil. Hay novelistas colombianos que tienen ese mágico poder de iniciar a las jóvenes en ese espinoso camino: Vargas Vila, José L. Garcés, José Cardona L, Roberto Burgos C, y muchos más.
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DUQUE, José Ignacio.
Las uvas del tiempo, Medellín, Litoprisma, 1985.