Por todos es conocido que los temas relativos a la occidentalización, y a la llamada “cuestión del otro”, han cobrado una importancia capital para los estudios de área tanto en las ciencias humanas como en las ciencias sociales. La Historia, la Antropología y la Sociología, por citar algunos casos, son disciplinas que han orientado sus derroteros investigativos en este interesante objeto de estudio, dado que en cierta medida, es un tema que aun arroja interrogantes acerca de las relaciones interculturales, desde las cuales, asuntos como la alteridad, la marginalidad y la hibridez, constituyen tópicos que justifican el interés para el entendimiento de determinadas culturas y sociedades, en este caso, la sociedad hispanoamericana del siglo XVIII y sus relaciones con las culturas y pueblos indígenas habitantes del continente que se mantuvieron al margen de la dominación hispánica emanada desde la administración borbónica a lo largo de dicha centuria.
En este sentido, David J. Weber plantea que la dominación política y militar de los pueblos indígenas habitantes de los territorios fronterizos en los dominios hispánicos fue una premisa fundamental del reformismo borbónico en América, en tanto que las fronteras no solo se consideraban como espacios ingobernados debido su poblamiento por sociedades indígenas resistentes a la dominación, sino también, en algunos casos, podían ser focos de atracción para las empresas de explotación agrícola y comercio clandestino por parte de las coronas rivales de la monarquía hispánica, lo cual contravenía de manera rotunda las aspiraciones borbónicas relativas a la soberanía territorial y el crecimiento de los erarios monárquicos. Así, Weber refuta en parte los planteamientos ya clásicos acerca de las políticas de dominación y vasallaje que la historiografía tradicional ha enunciado durante décadas, argumentando que al igual que Inglaterra y Francia, las políticas hispánicas frente a las sociedades indígenas no dominadas trascendieron las practicas religiosas de evangelización y conversión de los indios y buscaron integrar a dichas sociedades a un sistema económico favorable a las intenciones del Estado español.
En su obra, Weber explica el origen de las políticas empleadas por la monarquía hispánica para mediar las relaciones entre la autoridad y los “indios salvajes” que se mantuvieron al margen del dominio, centrándose en aquellas sociedades cuya dominación suponía una estrategia para la expansión económica imperial, y por ello comienza planteando un tópico necesario para sus explicaciones: el “salvaje” y su reconocimiento por el mundo occidental durante el Siglo de las Luces. En su exposición, Weber muestra como los “salvajes”, es decir, los indios considerados como tales por no estar sometidos al dominio colonial fueron apreciados bajo una nueva sensibilidad por parte de la corona española y sus delegados administrativos en América, hecho que para el siglo XVIII constituyó una evolución fundamental en comparación a las políticas de dominación emprendidas contra los indios en el período de la conquista. Dicha nueva sensibilidad, distaba mucho de las concepciones establecidas por los españoles en el siglo XVI, y consistía en apreciar a las sociedades indígenas bajo una óptica racionalista adecuada a los paradigmas científicos y filosóficos de la Ilustración, sin dejar de lado los proyectos políticos y económicos acariciados por la monarquía hispánica en este mismo período. Basándose en fuentes primarias como los documentos de la expedición de Alejandro Malaspina, y las descripciones e informes de Félix de Azara, en contrapunteo con el pensamiento europeo plasmado en las obras de Las Casas, Acosta, Montaigne, Buffon, Voltaire, Raynal y Robertson, el autor se sirve para ilustrar aquello de la «invención del salvaje americano» en el pensamiento europeo, particularmente en el español, que en ese entonces, alentado por el advenimiento de la razón se mostraba interesado por saber y conocer desde una perspectiva científica y filosófica acerca de la naturaleza de los territorios y las sociedades habitantes de los mismos, hechos que estaban directamente relacionados con los intereses imperiales de la dinastía Borbón por situarse en una posición favorable en los terrenos político y económico del ámbito europeo. En este orden de ideas, Weber rescata los debates de los philosophes europeos que darían lugar a la configuración de la Leyenda Negra y su recepción por parte de los pensadores españoles a lo largo del siglo XVIII, mostrando así que la invención de los “salvajes” y “bárbaros”, era mas consecuente con el pensamiento de la ilustración que con los proyectos religiosos de conversión al catolicismo.
Situándose entonces en el terreno americano durante el siglo XVIII, Weber inicia su análisis de lo que se entiende por “bárbaros”, basándose en las descripciones hechas por los europeos respecto de los habitantes de diversas regiones fronterizas del continente americano. Mediante fuentes primarias consistentes en crónicas de viaje, archivos históricos, relaciones geográficas e informes de visitadores civiles y eclesiásticos, el autor inicia su exposición apuntando sus análisis hacia aquellas sociedades ubicadas en las fronteras imperiales que desde el siglo XVI mostraron condiciones bastante adversas para el ejercicio de la dominación. Son pues las sociedades indígenas habitantes de las pampas, de la región del Chaco, de la costa caribeña suramericana, de la Mosquitia y de los territorios norteños de la Nueva España el centro de atención del autor, desde el cual expone minuciosamente qué y quiénes eran los salvajes o “bárbaros” que quisieron los españoles dominar para integrar al sistema colonial, bien fuera como vasallos de la corona o como entidades económicamente activas y tributarias de las arcas hispánicas. Weber, propone así que aquellas concepciones de «salvajes y bárbaros» construidas por los españoles estaban lejos de emparentarse con la rusticidad, la falta de civilización y el contacto con el mundo occidental, pues es indispensable recordar que las sociedades habitantes de estas regiones de frontera eran unos “bárbaros” que dominaban el caballo, comprendían el idioma castellano, manejaban a la perfección las armas de fuego europeas y además poseían fuertes vínculos comerciales con las demás naciones europeas que rivalizaban con España por el control territorial, político y económico de América. De ésta manera Weber demuestra que las intenciones borbónicas para la dominación e integración, es decir, la formación de «españoles americanos» tuvieron en el siglo XVIII otro significado, otra justificación y otros métodos diferentes a las tentativas desarrolladas en el siglo XVI, asunto que lleva al autor a plantear la existencia de un nuevo método surgido de la evolución del discurso hispánico tocante al tratamiento y aceptación de los indios como fieles vasallos de la corona y fuertemente vinculado a las ideas del mundo de la razón, un nuevo método pues que trato de basarse en la gentileza, el amor y la dulzura, antes que en la belicosidad, la fuerza y la violencia para lograr la dominación e inserción de los bárbaros. No obstante, se genera un interrogante acerca de la tensión que de seguro surgió entre tales políticas racionalistas de dominación y una antigua institución económica como la encomienda, que para bien entrado el siglo XVIII permanecía vigente como un sistema de trabajo y explotación compulsiva.
En su obra, Weber también trata el tópico de la civilización y los proyectos de occidentalización indígena desarrollados por el clero secular. Y aunque lo hace de manera superficial, menciona cómo la efectividad del proyecto Jesuita alcanzó a generar cierto malestar en el Estado español debido a la expansión del dominio religioso sobre las sociedades indígenas, asunto que concluiría con la supresión del proyecto misional de la compañía de Jesús por parte de la administración borbónica y la toma del proyecto doctrinero a manos de las ordenes mendicantes del clero secular. Sin embargo, en la obra también se muestra como los intentos misionales fracasaron en casi todos los territorios dominados por España, lo cual llevó a la corona a plantearse otras alternativas de dominación consistentes en intervenciones militares para sujetar a las sociedades que se mostraron más hostiles al control. Weber muestra que el asunto referente a la sujeción y a las tentativas militares hacia los indígenas poseía un trasfondo económico determinado, pues las sociedades no sometidas al dominio hispánico representaban un serio quebranto al sistema económico colonial, dado que las exitosas alianzas comerciales fraguadas entre los indígenas no sometidos y extranjeros como Ingleses, Franceses y Holandeses iban en detrimento de los beneficios económicos esperados por España, aunque el autor explica porqué los proyectos hispánicos de comerciar con los indígenas de las regiones fronterizas fueron un sonado fracaso que para la administración borbónica adquiría dos facetas diferentes, a saber: la no sujeción de los indios y la fuga de utilidades para los erarios, hechos que repercutieron en las iniciativas tomadas por el ministro José de Gálvez para la conformación de grupos de milicia que actuaran por la fuerza en las regiones insumisas, y para ello, Weber se vale de los ejemplos proporcionados por los informes oficiales de la época que evidencian aquellos vanos esfuerzos en contra de Chimilas, Chiriguanos, Mapuches, Seris, Pimas y Apaches, ilustrando pues los resultados surgidos entre las estrategias militares y las reacciones de tales sociedades.
Quizás uno de los temas más interesantes de la obra es el último capítulo, abordado a manera de epílogo por el autor. Allí, Weber culmina su exposición sobre el siglo XVIII y explora someramente las primeras décadas del siglo XIX mencionando los acontecimientos políticos y sociales que tuvieron lugar en el continente americano a partir de 1806. Tiene en cuenta la tensa situación desatada en la península ibérica con motivo de la invasión napoleónica y sus respectivas consecuencias en los virreinatos americanos, mostrando así como cambió el horizonte de las relaciones de los indígenas bárbaros y salvajes con la sociedad criolla y sus proyectos políticos por la búsqueda de la emancipación del fuero español. En este sentido, el autor ilustra la manera en que los indígenas fueron aprovechados para la conformación de ejércitos que militaran tanto en los bandos realistas como en los insurgentes, recurriendo a los casos más patentes de aquel fenómeno materializados con las adscripciones indígenas a la insurgencia novohispana, el caso de la filiación realista de los indígenas del sur occidente del Nuevo Reino de Granada, y los apoyos indios para el caudillismo andino durante ese periodo de contiendas militares. Weber avanza cronológicamente y se sitúa luego en el análisis de las políticas criollas frente a la cuestión indígena al inicio de la formación de las nuevas repúblicas hispanoamericanas, donde los tópicos relativos a bárbaros y salvajes trascenderían en el tiempo como temas sin resolver, pues en nombre de la libertad y la legalidad, varias de estas sociedades indígenas permanecieron marginadas y sometidas a atropellos por parte de los estados republicanos que las redujeron y apartaron impidiendo su inclusión y sus aportes a los proyectos nacionales.
Así pues, Bárbaros: spaniards and their savages in the age of enlightenment, es un libro que resultará bastante sugerente para los investigadores interesados en los temas indígenas durante el período colonial, pues en la obra tienen cabida aspectos como las rebeliones, levantamientos y revueltas populares, donde los indígenas cobran un protagonismo vital y permiten comprender las complejas situaciones surgidas entre Estado y Sociedad durante la dominación colonial hispánica. Aunque cabe anotar que la obra se enfatiza en regiones determinadas del imperio español, y por lo tanto no inserta en sus análisis otras dinámicas referentes a regiones que también podrían contribuir a la investigación de una manera más completa, por ejemplo: el caso filipino, es un tema que no encuentra referencia en la obra y vale aclarar que fue también una región fronteriza por excelencia de la monarquía hispánica, con una población indígena apreciable y notablemente expuesta al contacto extranjero. Además, resultaría interesante mencionar que al tratarse de un tema referente a la occidentalización y la “cuestión del otro”, en la obra de Weber, las poblaciones de esclavizados posteriormente hechas cimarronas al margen del control hispánico no son tenidas en cuenta a pesar de haber representado también un problema que se insertó en el discurso dicotómico europeo sobre la barbarie y la civilización. En éste sentido, la obra es un aporte interesante que demuestra avances significativos en el tema, es un buen ejemplo historiográfico que demuestra el oportuno e inteligente manejo de una abundante documentación, su estructura es bastante amable y la distribución de sus capítulos sugieren al lector una lectura lineal, útil y agradable, pues además de las exposiciones textuales, la edición de la obra incluye un buen número de ilustraciones y de mapas que complementan la exposición de la investigación haciendo de este libro un esfuerzo valioso y puntual, del cual se espera una pronta traducción a nuestro idioma*.
*De hecho, ya existe y puede conseguirse. David J. Weber. Bárbaros: Los españoles y sus salvajes en la era de la Ilustración, Barcelona, Editorial Crítica, 2008.
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