No hace mucho el "estado mayor" del Vaticano reconoció que, como lugar, el infierno no existe. Teólogos y teóricos de toda ralea han llegado a plantear que el Infierno es una condición, una situación que, al igual que el Paraíso, puede hallarse en la misma tierra.
Y sí, lo confirmó hace poco el expresidente del Perú, Alberto Fujimori, al igual que cinco siglos antes lo confirmaran los exploradores y marinos que se toparon con un terruñote buscando llegar al continente asiático. Pero todo esto que estoy diciendo son alardeos de erudito casposo. Aunque estoy de acuerdo, el infierno es una situación.
¿Cuál situación? Para mi, no hay muestra más clara y nítida del infierno que estar sobrio en una fiesta llena de borrachos. Uno puede llegar a sentirse mal, fuera de órbita; los borrachos construyen su mundo de algarabía, de risas, lágrimas y bailes de trencito. Brindan por motivos raros, y vociferan cuanto se les atraviesa por la mente. Fuman mucho y cantan.
Yo no tengo nada en contra de ellos. Ellos están alegres a pesar del frío. Pero prefiero no volver a fiestas en las cuales no haga parte del equipo vencedor. Ahora entiendo más o menos, y les doy toda la razón, a las mujeres que prefieren no tener novios borrachines. Y ahora estoy pensando en la pereza que me dan la mujeres borrachas. Solo un borracho las quiere querer.
Los borrachos y las borrachas hablan muy de cerca y exhalan tufo de cigarrillo y de alcohol. Y a todo le dicen que "sí", siempre asienten y siempre quieren bailar con el pobre samaritano que no se ha tomado una sola copita. Además le dicen "amargado" y otros improperios que adquieren otra dimensión cuando atraviesan la frontera del mundo ebrio hacia la del mundo sobrio. ¿Amargado?... ¿Será que sí?.
Anoche yo me sentí en el puto infierno. Un infierno lleno de diablos y diablas borrachas que festejaban la bienvenida de otro diablo venido de otro infierno, pero en el norte de Europa. Tenía mucho frío, mucho sueño, el lugar apestaba a cigarrillo, había regueros, era imposible dormirse en un sofá porque una borracha me jalaba la mano para que yo bailara. Tenía mucha hambre y ese infierno estaba demasiado lejos de algún lugar para poderla mitigar. Pero el frío, el hijo de puta frío. Y ningún borracho me prestaba nisiquiera una cobijita. Yo no sabía que eso me iba a pasar. Los borrachos son gente avivata. Saben que una noche construirán su infierno alcohólico y por eso no llevan carros, y no, no es porque quieran cumplir la ley, es porque son malos y quieren que nadie se escape de su infierno. Que una pobre víctima como yo no pueda huír a eso de las 12:00 p.m. a buscar el último tren que lo lleve a su casa para dormir en paz. No, los borrachos endiablados y perversos quieren que uno se quede y que poco a poco las llamas de su infierno lo consuman, aunque esté tomando antibióticos y por nada, absolutamente nada uno pueda beberse una simple cubita.
Anoche, el diablo mayor de aquel infierno, escondió las llaves. Y no dejaba salir a nadie. Todo el mundo estaba confinado a su predio: un onceavo piso en Lomas de Santa Fe, es decir, en la gran-puta-mierda. Si uno ahí no tiene carro, se lo llevó el doble-hijo-de-su-puta-madre, porque no hay una puta estación de metro cerca, ni hay nada, solo las tinieblas del averno más ostentoso de la América Latina. Una diabla, creo que salió porque su celular no cogía señal, y yo pensé en escaparme, pero mi intentona fue un gran fracaso porque un diablo no me dejó salir.
Creo que fue la noche más espantosa que he tenido este año. No creo que sea necesario estar borracho para pasarla bien, pero creo que es mejor abstenerse de salir cuando no se puede beber tranquilamente, más aún cuando la fiesta es muy lejos de tu casa, en condominios de gente acaudalada donde simplemente los taxis no existen, y nadie te dice: lleváte el carro y me lo traes mañana, que siento que la estás pasando mal. No, eso no ocurre. Me sorprendió mucho lo poco atractivas que se ven las viejas borrachas, no digo prendiditas, sino borrachas, caidas de la perra, "como una mica" -según mi mamá-, o "con una rasca vergonzosa", -según una tía mía. Y no, no es moralismo, es que el mundo de los ebrios es otra dimensión. Un mundo que nisiquera es paralelo, es como un mundo trastornado y que huele como a cosas vencidas, es un infierno. Pregúntenselo a Jack Kerouac o al genio de los borrachos: Malcom Lowry, ahí en Bajo el volcán yo creo que se hallan respuestas.
jajaja, pobre!!! ya sabés si estás tomando antibióticos NO SALGÁS!!! Yo, si no puedo beber, no salgo, uno siempre se aburre. la gente va cambiando de cara, de palabras, todo es exagerado y todos le dicen a uno amargado.
ResponderEliminarMe ha pasado, no por antiobioticos, sino por cualquier otra razon: porque al otro dia tengo que madrugar, o porque tengo pereza, por lo que sea.
ResponderEliminarLo que si no me ha pasado es que una chica borracha me jale del brazo, ¿porque esas cosas nunca me pasaban a mi?. Ademas guevon, de pronto y no estabas en el infierno, decime, ¿como es el clima en el infierno?, ¿como en el paraiso?
He tenido una vida poco emocionante y sin embargo con muchas verguenzas, y es que ahora que lo pienso con esta entrada, varios de los momentos mas bacanos de mi vida fueron dando lora con alguna borrachita. (cuando digo "varios de los momentos" por favor no pensar en números grandes, tres o cuatro veces y nada mas).
No, Juan David, nada, el clima de mi infierno era frío, como a 7º.
ResponderEliminarPero debe haber paraísos gélidos y cálidos. Gélidos como en una finquita por allá en San Pedro uno abrazado con una muchacha y tomando guarito y contando historias. Cálido, por allá en el Tayrona, también con una muchacha, que bueno home por Dios.
No, pero esas viejas que jalan del brazo, no creas, más urgidas que uno, pero que trampa lidiar borrachas, y uno que no sabe y nunca sabrá bailar, por lo menos pa' entretenerse un ratico.
Márgara: Eso de los antibióticos es un trauma. Pero eso era una maldita bienvenida, uno no se puede negar pa esas cosas porque después la gente, que es vengativa, no va a las de uno.