Aquí todo se puede, todo se vale. Yo me inventé la categoría del Homus Suburbanus, siguiendo las acepciones de la latinidad para crear adjetivos que denoten un nivel de la humanidad en cualquier nivel civilizatorio.
Yo soy un Homus Suburbanus un Hombre de los Suburbios para ser preciso. Nací, me crié, fuí feliz en un suburbio (mi unidad), un suburbio grandototote. Con el término Suburbio me refiero a estos territorios que estan por fuera de la Urbe, Urbs, más no de la ciudad, Civitas. Es decir, lugares periféricos de la mole urbanística que denota la centralidad en las ciudades grandes (y mas o menos grandes como Medellín), pero que no necesariamente son lugares marginales. A eso me refiero. ¿Me hice entender?
Entonces: yo siempre he sido un Hombre de los Suburbios. En Medellín crecí en un suburbio gigantesco que bien podía ser un municipio, ya que allí viven más de 6.000 personas (de las cuales unas 1.500 eran adeptos al chisme, la habladuría y el embuste). En una ciudad primermundista donde viví, también era un suburbio, pero el suburbio entendido al estilo anglosajón, así como lo que uno consideraba que era el barrio de los Arnold, la familia de esa serie gringa tan increiblemente buena que fue Los Años Maravillosos (nada que ver con esas novelas cacorras sobre médicos y enfermeras y hospitales). Después viví en otro suburbio, esta vez de una ciudad muy pequeña enclavada en un amplio valle del norte de las Motañas Rocosas, pero ese suburbio solo eran cuatro calles y había más mapaches que gente. Después, viví en otro suburbio que tal vez sea el suburbio más grande de Europa Occidental, tan grande como mi unidad de Medellín, pero eso sí, lleno de gitanos, marroquíes, senegaleses (muy buena gente), yemenitas, ceilaneses, filipinos, centroafricanos, gaboníes, coreanos, chinos y españoles pobres. Valga aclarar que aunque este suburbio era muy cosmopolita, no dejaba de ser suburbio, no dejaba de tener una vida propia. Asunto que es bacano porque me sentía como en mi unidad: la misma gente, los mismos personajes pero de nacionalidades distintas. Había hasta el clon de un man de mi unidad, un man que hacía mandados y domicilios en la legumbrería y en la farmacia. Le decían "Corroncho" porque era un costeño de Turbaco que se vino pa Medellín y en esas tiendas de la unidad le dieron trabajo. Allá en el suburbio de Europa el clon era un man de Mauritania que se llamaba Ibrahim y también hacía mandados en una bicicleta roja pero toda despintada ya. Un día yo invité al viejo Ibra a un cigarrillo y le dije que él tenía un clon en mi unidad, en Medellín, Colombia, y el se alegró mucho y dijo que eso merecía una alabanza para el todopoderoso Alá. Claro... no sin antes preguntarme que si Medellín estaba cerca de Venezuela. (Los musulmanes tienen una obsesión con el chavismo, ¡más rara!. Según creo, es porque un día Hugo Chávez dijo en una de sus giras por allá en Omán, que él era el mejor amigo occidental del mundo islámico)
En fin. Cuando me vine a vivir acá, por accidente caí también a un suburbio, uno grandote también en el sur de la ciudad. Recuerden que, hablando en niveles de magnitud, decir "grandote" en México DF, equivale a decir "enormemente gigantesco y desmesurado". Bueno, el caso es que también era un suburbio y la gente no iba al centro. Conocí una vez un man que en su vida había ido menos de 1o veces al centro. ¿Para qué voy a ir? me decía, si aquí en el sur lo tengo todo. Pues eso lo pienso yo también. En los suburbios tuve amigos, novias, iba a tabernas, a billares, tiraba pólvora, hacía deporte, asados y fritangas...Porque en un suburbio hay de todo eso. Lo mejor era llegar del colegio/universidad y ver gente ahí afuera, en las canchas o en las tiendas; hablando, jugando dominó, compartiendo ideas, contando e inventando las historias más inverosímiles que he oído en esta vida. Eso me pasó en todos los suburbios donde viví, lo cual me lleva a pensar que esos suburbios como que tienen un hálito de vida independiente. Uno le preguntaba a cualquier vecina: ¿Ya vio la pista de patinaje sobre hielo que pusieron en el centro? Y ella: -Si, la vi por Televisión.
Desde los primeros días de septiembre deje de ser un Homus Suburbanus, porque me pasé de casá, me cambié, como dicen aquí, para un lugar del centro. Valga aclarar que es el centro de México DF, una enormidad. Pero sí, es el centro, al lado del metro, con los teatros, los museos, los cines, una que otra embajada. Las casas viejas, los bares viejos, los restaurantes viejos, la tradición y la innovación. Las avenidas grandes, los "Griles", las Tiendas de Abarrotes Ultramarinos, la Cineteca Nacional, las Cantinas donde brindaron los revolucionarios de la década de 1910, las vecinadades como la del Chavo del Ocho. Vivo en un edificio de apartamentos grandotes donde muy posiblemente vivió durante su exilio mexicano Ernesto Guevara de la Serna, conocido como "El Ché". Todo me queda cerca, no llego cansado de la universidad, el metro es rápido y no me toca transbordar. Las rutas que comunican con toda la ciudad pasan por aquí, o muy cerca. Si un día quiero comer comida china, argentina, vietnamita, camboyana, colombiana, peruana, mexicana, salvadoreña (riquísima), y otras comidas de otras partes no es sino salir y llego caminando a cualquiera de los restaurantes. Si hago una fiesta todo el mundo sabe donde vivo y caen. Me asomo al balcón* y veo a la ciudad de México cuando es de noche: malandrines, putas, policías y los omnipresentes borrachitos que pasan caminando y temblando del frío.
Sí, ¿no pues qué?... El lugar más central. Pero, antes que nada yo soy un Homus Suburbanus, si, yo sé que soy un montañero pero me hace mucha falta llegar a mi casa y salir a tomarme algo en un muro donde está todo el mundo hablando cosas y muriéndose de risa, compartiendo ideas, contando historias inverosímiles. Yo sé, que desde que no soy suburbano leo más, estudio más, me meto mas a internet, y hasta tengo dizque un blog, pero no, extraño mucho la vida suburbana y no creo acostumbrarme a esta nueva vida citadina.
*La foto que puse en la entrada es lo que veo desde mi bacón si me asomo por la tarde