jueves, 12 de julio de 2012

[A modo de reseña] Un libro que me gustó mucho


Si no estoy mal fue en Medellín, de manos de un escritor o de un crítico literario, donde se acuñó aquel término de Sicaresca (parodiando el de "picaresca" del Siglo de Oro español) para referirse a la literatura, generalmente escrita en Medellín (aunque conozco un caso de Pereira), donde los sicarios, bandidos, pillos, valijas, ñarrias y demás gonorreas de baja estofa son los protagonistas de las ficciones. El ex-acalde de Medellín, Salazar, conocedor profundo de estos personajes y sus mundos fronterizos es, a mi juicio, quien mejor se ha acercado a ellos desde la crónica periodística. San Fernando también lo hizo, desde una perspectiva non sancta, pero no menos valiosa. Aunque ese acercamiento, La virgen de los sicarios, me parece el menos bueno de sus obras de ficción. Otros autores, de quienes no he leído nada, también se han arrimado al asunto, aunque parece que sus obras no han alcanzado ningún escalón en el podio de la novela "sicaril" colombiana.

Sin embargo, este libro que me leí, Para matar a un amigo, no es un libro que uno pueda meter en el costal de la sicaresca. Es una historia, una ficción verosímil, basada en hechos probados y concretos, que ocurre en la Medellín de los años 80 y 90 del siglo XX. Es una novela rara, no solo porque la escribieron dos personas, dos autores (es decir, "a cuatro manos"), quienes además tuvieron la gallardía de dar la cara en una de las solapas y no auto-bautizarse con un seudónimo bien disparatado, de esos que siguen estando de moda. Hubiera sido algo muy impersonal, la verdad.

No pienso contar aquí la historia que el libro contiene, porque es una historia que se tiene que leer y disfrutar, porque está llena de detalles imperdibles. Pero no es como esas novelas detectivescas que están inundadas de códigos raros, y hasta de ecuaciones que, si el lector no las resuelve, se le recomienda no seguir al capítulo siguiente. No. Para matar a un amigo es una novela con rítmo, que no se desgasta con giros raros ni metáforas pretenciosas. Está escrita claramente, y es esa claridad la que le permite a uno crearse las imágenes, las atmósferas, las circunstancias. Y para mí, nada mejor, porque me desvelan las historias sórdidas, un poco bizarras, pero elegantes. Historias de matones en ciudades como Detroit, México D.F., La Habana o Medellín, han sido los casos que más me han gustado. Me gusta es que en esas historias se narre la fragilidad de la vida del hombre, la constatación de que la razón, la tan cacareada razón occidental y afrancesada, siga pendiendo de un hilo de araña, de una mechita frágil.

Esa es la historia que yo leí en Para matar a un amigo. Una historia que además ocurre en la ciudad donde uno nació. Pero ahí está la diferencia con las novelas que tejieron la sicaresca novelística. Esta novela habla del mal, la maldad, el miedo, o el coraje. No es la historia de un pillo de por allá de Granizal, Carpinelo o El Pesebre, que quiere "salir adelante" y darle una nevera a la cucha, y para ello prueba finura atracando y matando gente desde una Kalibmatic, no. Es la historia de un loco al que le dicen El Milicio, miembro de una familia prestantísima, y que además está invadido por el mal. Por eso se dedica a matar ("pelar", dirían por mi casa), a más de uno; entre ellos a un man que es amigo suyo, un muy buen amigo. Pero El Milicio, a quien le gusta la musica de Pearl Jam, mata gente porque está inconforme con muchas cosas; está harto de muchas situaciones que lo rodean, y yo hasta lo entiendo. El que no lo entendió fue el otro protagonista de la historia, Ricardo Saba, un agente del CTI (Cuerpo Técnico de Investigación) que es el que tiene que buscar por cielo y tierra al loco para hacerlo encanar por todos los muertos que ya carga encima.

Yo valoro la literatura, e incluso la Historia, por dos cosas. 1. Por la calidad del lenguaje: el rítmo, la forma de contar, lo poético; y 2. Por la calidad de la historia. Porque si la historia está bien contada, produce imágenes en el lector. Por eso las imágenes son tan importantes en estas novelas. Mientras yo estaba leyendo Para matar a un amigo me imaginé tan nítidamente un episodio, que quedé sorprendido con la calidad del lenguaje y de la historia: El Milicio finge un daño en un carro que va manejando y le dice al copiloto que lo acompaña: "bájese, a ver qué le está pasando al carro" y el man se baja, se pone en cuclillas para revisar el carro y, mientras le da la espalda al loco, !!!tenga, hijueputa¡¡¡. Le voló la cabeza de varios tiros. Pero bueno, eso lo estoy contando yo, pero Simón Ospina y Juan José Gaviria, que son los autores de esta novela, lo cuentan mejor, de forma más emocionante y menos burda.

Otro de los pasajes que más me gustó, fue uno en el cual se cuenta como el detective Ricardo Saba está desesperado, buscando al Milicio por unos matorrales, pero no puede encontrarlo, y entonces:

...estaba perdido en el monte con un asesino infalible. Saba no podía más. Estaba jadeante y el sudor le había empapado toda la ropa. Se sentía sucio y pegajoso. Entonces se detuvo para sentarse sobre una piedra. Abrió las piernas y apoyó sus brazos en las rodillas mientras tomaba aire. Se concentró en una hormiga que caminaba cargando un pedazo de hoja. El resto de sus compañeras marchaban chocándose unas con otras en una hilera un poco más abajo. La tierra estaba seca y sus zapatos estaban empolvados. En ese momento sintió un clic sobre su cabeza. Saba cerró los ojos y esperó el disparo. Sabía bien que el Milicio no pensaba dos veces...(p.282)

Esto es un pequeño extracto, no más, pero la forma como está escrito desde el principio es lo que yo entiendo por Literatura.

Hay otra cosa (y ya con esto acabo), y es que en lo personal, me gustan mucho las novelas, cuentos, y ensayos que han escrito personas que pertenecen a mi generación, es decir, de la gente que nació entre 1975 y 1985, como es el caso de estos dos autores. Yo no sé qué será, pero he dado con novelas muy bacanas. Recomiendo cinco de ellas: Sálvame Joe Louis (Bogotá: Alfaguara, 2007), de Andrés Felipe Solano; La Biblia vaquera (México: Conaculta, 2010), de Carlos Velázquez; Hablas demasiado (Quito: Punto de Lectura, 2011), de Juan Fernando Andrade, Memorias de una dama (Madrid: Alfaguara, 2009), de Santiago Roncagliolo y ¡Calcio! (Bogotá: Seix-Barral, 2011), de Juan Esteban Constaín. Esas cinco novelas me parecieron buenísimas, brutales, calidosísimas, y creo que me gustan tanto por ese pequeño detalle de "los códigos", lo que los críticos literarios que veneran a Raymond Williams llaman "estructuras de sentimiento", o lo que los antropólogos llaman "horizontes cognitivos", o lo que el benemérito y nunca bien ponderado, pero gran historiador uruguayo José Pedro Barrán, llama "sensibilidades". En fin. Eso es muy difícil de explicar. Porque es como si uno condenara al resto de escritores, desde Juan de Timoneda hasta John Updike, porque no son contemporáneos de uno.

¿Si ven? Yo me desvío mucho cuando escribo (y con esto ahora si acabo). Me gustó mucho Para matar a un amigo poque es una historia que ocurre en Medellín, en un período que todos los de mi generación vivimos siendo niños o adolescentes, y que por eso estuvimos enterados de muchos de los dramas que se experimentaban en los cuatro puntos cardinales de la ciudad; fueran lugares marginados, como los que se suelen contemplar en la sicaresca clásica, o lugares de "alto estrato", como El Poblado, donde se desarrolla la novela de Simón Ospina y Juan José Gaviria. Recordé mucho a un amigo, "Úsuga", que se teñía el pelo de mono. Usuga era muy plaga y le fascinaba robar en Súperley y quitarle las antenas Pioneer a los carros ajenos que veía parqueados en El Poblado para vendérselas a un comerciante menor de El Diamante. Era una rata, pues. Un día me contó que no pensaba volver al Poblado, porque la OPL (Organización Poblado Libre) ya había desplegado sus tentáculos desde el Norte de Envigado hasta San Diego, y manes como él eran el objetivo a cazar. Pocos supieron de la existencia de la OPL, que justo operó por los mismos años en que El Milicio descargó sus proveedores contra varios samaritanos por allá mismo.

Yo creo que si en ese entonces El Milicio se hubiera topado a mi amigo Úsuga, no hubiera dudado en pelarlo.

Les recomiendo que lean Para matar a un amigo (Bogotá: Nefelibata, 2012). Se consigue en la Librería Nacional, y si no lo consiguen yo se los presto, pero me lo cuidan.

martes, 29 de mayo de 2012

Historias de mi unidad

Cuando empecé este blog, hace unos años, escribí una entrada sobre un man de mi unidad. Pero era un simple acercamiento, casi insignificante, a la gente de mi unidad. Mi unidad se llama Unidad Residencial Altamira --le dicen La U.R.A.-- y queda en Robledo, "al lado del Pablo Tobón" o "al frente de la Cardiovascular", dice la gente. Porque ya les da pena decir que queda al lado del Tecnológico de Antioquia, que antes era el Columbus School (y eso si les gustaba), y también les da pena decir que queda al frente --en su lado norte-- de López de Mesa. Pero esto no es importante, creo que muchos han pasado por aquí, y saben donde queda. Lo importante, para mí, es la gente que vive aquí. No la población flotante que viene y vive y se va sin pagar administración, que a lo sumo viven como 3 o 4 meses, aunque a veces dejan historias bacanas y memorables. Esa gente no cuenta para mi. La gente de la que yo hablo son los altamireños promedio, así como yo, que nacimos y crecimos aquí, y nos tocó oír historias bien destornilladas de bandidos noventeros, peluqueras que hacían brujería, celadores que violaban manes, celebridades del fútbol que tenían hijos con muchachas de acá, niños menores de 10 años que fumaban Pielroja sin filtro y discjockeys pioneros de la ciudad. Hay muchísimas historias más, en serio. Y espero poderlas contar pronto.

Pero la gente de aquí es bien particular porque, generalmente, nunca sale de aquí. Aquí nacen, aquí crecen, aquí se casan (con gente de aquí mismo), y aquí es donde suelen dar la cuotica inicial para la vivienda. Conozco varios casos que ilustran lo que digo. Yo espero poderme ir de aquí pa' Bello, que es una gran ciudad, llena de farriaderos 24-7 y transporte toda la noche. No como aquí, en Medellín, que lo echan a uno de los parches a media noche.

Pero yo siempre me desvío de lo que quiero decir. Y es que aquí en Altamira han pasado muchísimas historias relativas a la gente que vive aquí o que trabaja aquí. Por ejemplo, lo que les conté del celador que violaba manes, eso como que sí fue verdad. Resulta que un man que era muy malo jugando fútbol un día chutó un balón todo duro y, literalmente, la sacó de la cancha. El man fue por el balón por allá todo lejos y vio que un celador lo había cogido. Y le dijo: --Cela, ¿me pasa el balón si me hace el favor? Y el celador le respondió: --¡Venga por él! Y el man fue y el celador lo metió a la caseta y le dio violín allá adentro. Eso dicen, pero también dicen que al man le quedó gustando el celador. Y de ahí en adelante al man le empezaron a decir "El Culiao". Y un man de por acá, a quien le dicen "El Tajada", me dijo que un día los vio a ellos dos cogidos de la mano en un tablado. Pero nadie confirmó ese chisme. Yo sé que es una gonorrea de apodo ese de "El Culiao", pero a mi me da mucha risa esa historia porque el man que la cuenta es otro parcero que es más chismoso que un hijueputa y se sabe meros cuentos más raros, ocurridos aquí.

A mi sí me tocó ver una vez que a ese man, el que me cuenta las historias, el papá lo vivía regañando porque se entraba muy tarde y, además, se le comía la comida si no llegaba a comer a las 19:00 en punto. La familia de él es cristiana y quieren que él se vuelva pastor de una iglesia que queda por Los Colores, pero él no ha podido ascender en la jerarquía eclesiástica porque es muy mundano. Un día me contó que iba caminando por el Parque de San Antonio y dizque "me encontré un cassette de esos para cámara de video", y que lo puso, y que empezaron a aparecer puras viejas en uniforme de colegio mostrando cosas. Y yo ahí mismo le dije que me lo prestara, y me lo prestó. Y en mi casa había un convertidor de esos cassettes a VHS y yo lo puse para verlo y, en efecto, unas peladas ahí --muy regulares, por cierto-- levantándose la camisa y desabrochándose "los brasieles". Pero lo que me causaba curiosidad era que todas pronunciaban el nombre de mi amigo, decían: "Beto, vea pues"; "Ay, no Beto, no vaya a prender la luz"; "¿Beto si está firmando? [sic]" Y ese man insistiendo que se había encontrado ese cassette, que risa.

Una vez ese Beto me llamó todo azarado porque en un poste al frente de la casa de él --y de la mía-- había mero panal de abejas, y me dijo que bajaramos a verlas. Y fuimos. Conste que yo ya estaba en la universidad, como en el III semestre. Y ese güevón va cogiendo un palo y lo mete por el hueco por donde salían las abejas. Y nos fuimos. Cuando al rato, parce, mero hijueputa enjambre grandísimo. Se veía, haga usté de cuenta, como una nube negra, pero además se oía a lo lejos: "pzzzzzzzzzuuuuuuummmmmm". Era porque esas abejas estaban súper emputadas porque este maricón les había tapado la entrada del panal. Y claro, en ese momento iban saliendo unas niñas del Santa Bertilla (a.k.a. Santa Morcilla), un colegio que queda ahí al frente de mi unidad. Y vieron ese enjambre y todas empezaron a correr y a gritar y esas putas abejas empezaron a perseguir a las niñas, y yo más preocupado, y ese Beto se puso súper pálido. Yo me tuve que ir corriendo para mi casa a ponerme una careta de esas para bucear y un saco con capucha para poderme acercar y quitar ese palo, pero mientras tanto la gente era corriendo toda asustada y a un man que lavaba carros en la unidad, El Sopas, le da por quitarse la camisa dizque pa espantarlas. Y claro, esas abejas lo picaron un montón. Cuando de repende sale el papá de Beto y le pregunta a El Sopas: "Oiga, ¿quién metió ese palo ahí?" Y El Sopas ahí mismo sapió a  Beto. Y ese señor se puso como un energúmeno y empezó a buscar a Beto que se había escabullido, hasta que lo encontró metido en la tienda, todo asustado, y me acuerdo que lo sacó cogiéndolo de la camisa con una sola mano, y lo zarandeaba, y le decía: "Bestia, Bestia. Eso no se hace, animal, burro malparido". Y yo ahí mismo me fui porque me dio miedo que ese señor me cascara a mí también.

Ese man que les digo, El Sopas, se murió hace poco. Más bien, lo mataron hace poco. Y dicen que fue porque "lo vieron mal parqueado". Quién sabe. Pero ese man había protagonizado un episodio muy sonado entre la gente de aquí porque un día lo vieron que se metió con un muchacho al primer piso de un bloque que estaba oscuro y que se empezaron a manosiar y que se quitaron la ropa y que una señora los vio, y que armó mero escándalo porque empezó a gritar dizque: "Auxilio, auxilio al Sopas lo estan violando" Y allá llegaron un montón de vecinos dizque a linchar al man que supustamente estaba abusando de El Sopas, pero ¡cuál! Esos manes estaban era derrochando pasión ahí en la penumbra. Qué pesar del mancito que era el novio o mozo de El Sopas, porque la gente lo empezó a estigmatizar como si él hubiera cometido un crimen. Y el mancito se fue de la unidad y al poco tiempo el cadaver de El Sopas apareció por allá en una manga del 12 de Octubre, con varios tiros a quemarropa. Dicen que fue un ajuste de cuentas pasionales. A mi me da pesar de El Sopas porque ese man era todo camellador y colaboraba mucho en la casa de él.

Dicen que al Sopas también lo pudieron haber matado por chismoso. De hecho, le decían El Sopas, por  sopero, porque vivía preguntando cosas para armar chismes. Un parcero un día me contó que lo vio pegado de una ventana de un primer piso oyendo lo que la gente hablaba y que le tiró una cocada de agua y así lo ahuyentó. Pero la virtud de El Sopas en cuestión de chismes era muchísima porque se sabía unas cosas más brutales. Una vez llegaron a vivir aquí unos chocoanos, una pareja con dos niños. Uno de los niños, el más grandecito, se llamaba Estiven, pero le decían "Chocolatina", por negrito, obvio. Y ese Chocolatina vivía en la calle. Yo no me acuerdo si estudiaba o no, pero vivía en la calle. Y tarde en la noche y todo, y Chocolatina callejiando pa' arriba y pa' abajo. Y la gente cogió el vicio de decirle: "Chocolatina, pa' la casa pues, pa' la casa", y el respondía: "¿Chocolatina pa' la casa? ¡Vealon aquí!", pero esta respuesta la complementaba cogiéndose el pipí con una sola mano, gesto que era muy obsceno en los noventas. Un día estabamos varios amigos y no hacíamos sino preguntarle cosas a Chocolatina, y un amigo le preguntó que qué hacían los papás. Que la mamá, nada, y que el papá, cuidaba gente. Pero en ese entonces uno tan ingenuo se imaginaba que el señor era celador o enfermero. Y El Sopas, como era de chismoso, dizque un día vio que en efecto el papá de Chocolatina cuidaba a alguien, pero que no se trataba de un enfermo ni de un anciano sino de un secuestrado. Y preciso, por ahí al mes cayó el Gaula a mi unidad y la gente toda conmocionada mientras veían que sacaban a un señor canoso y todo flaco (el secuestrado) y al papá de Chocolatina esposado. Y en las noticias salió que el papá de Chocolatina era dizque guerrillero. Quién sabe.

Bueno, yo tengo muchas más historias, muchísimas más, de esta unidad, pero las voy a ir contando de cuando en cuando. Y que pena que casi todas las historias están impregnadas de episodios alusivos a obscenidades pero es que así son.

jueves, 7 de julio de 2011

No son lo que parecen...


Yo quiero ser claro. Soy una persona cuyo sistema simbólico-cognitivo siempre se mueve en las coordenadas tradicionales de los pares de oposición. Lo que no es bueno es malo, lo que no es blanco es negro, y viceversa. Pero a veces sí hago distinciones sobre las sutilezas que cada uno de los opuestos pueden tener y me doy cuenta de que esas excepciones pueden modificar del todo la regla.

Estoy pensado -desde que salí a vacaciones- en los hipsters. Yo ya vivía muy traumatizado por los hipsters de una ciudad grande como México D.F., pero me he dado cuenta de la mucha acogida que esa ¿tendencia? ha alcanzado en Medellín. Pero estoy confundido y vuelvo a lo del inicio, a lo de los pares de oposición. Y es que yo creía, siguiendo los preceptos básicos de los hipsters (eso que nació en las ciudades cosmopolitas del mundo industrializado), que un hipster es una persona cuyas filiaciones políticas se orientan hacia la izquierda, que leen, que comen cosas orgánicas, que no están gordos, que no dicen groserías, que tienen ropa nueva que parece vieja, que se dejan bigote, que usan sombreros, que discuten sobre películas premiadas en festivales de cine "underground", que toman fotos, que viajan, que oyen salsa y música electrónica, que abogan por las resignificaciones de muchísimos íconos del folklore anglosajón de los setentas y ochentas, y otro montón de aspectos que hacen de ellos un sector que se precia a sí mismo como "de vanguardia".

Pero yo creía eso, y no. Yo tengo un amigo que está enamorado de una hipster (muy queridita) y un día me dijo que lo acompañara a una fiesta que ella tenía en una de esas tabernas de El Poblado donde venden trago menudiao ("shots" que llaman) y de ahí salimos para un apartamento, cerquita de la 10. Y la verdad es que me decepcioné mucho porque yo pensaba que los hipsters si eran gente leída y que ponían en la palestra los temas bravos de la izquierda, así fuera la liberación del Tíbet o la liberación animal, o temas políticos de los que interesan mucho a la juventud. Pero no. Esos hipsters se la pasaban era hablando de fiestas y de no sé cuál artista que toca música acústica con un iPad. Hablaban también de la "oxigenación" que le dio a Medellín un lugar como "Ciudad del Río", que frecuentan mucho, me consta.

Mi amigo, me hizo pasar una tremenda pena porque le dijo a la hipster de la que está enamorado: -Éste man lee mucho. ¿Si o qué parce que vos lees mucho? Yo le dije que mas o menos. Que no tanto. Que normal. Y la pelada si me dijo que leía mucho y que estaba por terminarse uno de los libros sobre esos vampiros gringos que también salió como película. Y bueno, yo contra eso no tengo nada, cada quien lee y oye lo que le de la gran puta gana y eso no dice nada de uno, de si es bueno o malo. El problema es mío. Que creo que una persona que se pone gafas de marco grueso, se deja crecer el bigote (no las mujeres), se viste de una forma no "grilluda" es una persona que lee de esas cosas que suelen ser "La Literatura", y que pueden hablar de cosas que no están "de moda". Pero no, parece que todos los hipsters son gente que está es interesada en el diseño gráfico y en las fotos y en otras cosas, que mi amigo -el que está enamorado de la hipster- dice: "eso es como pa' cacorros".

En fin. Yo pensaba que eso si era una cosa como más profunda, que ser hipster era algo como ser hippie o ser punkero. Pero me parece que es una moda ahí. Un disfraz más, aunque muy curioso, porque yo creo que nunca una moda había echado mano de elementos que estuvieran directamente relacionados con lo intelectual y la alta cultura. Es decir, creo que nunca había estado de moda que una persona se mantuviera con un libro de literatura y una cámara de alta resolución en una mochila aparentemente vieja.

Pero yo también, quién me manda, como soy de prejuicioso, seguro que estoy equivocado. Corríjanme

viernes, 10 de diciembre de 2010

Un concierto al que fui.



No es por chicaniar, lo juro. Pero yo creo que soy de los pocos colombianos a los que les gusta el punk-rock que han tenido el privilegio de ver a varias de sus bandas favoritas, las bandas de los 90's. Bueno, puede que las bandas favoritas de uno sean puras bandas locales, que no son (o no eran) malas. Pienso en Código Rojo, en Johnnie All Stars, en Nueveonce y otras banditas de Medellín que le ponían mucho sabor a la movida, aunque fuera en años tardíos. Sin embargo, yo creo que pocos punkrockeros sólo oyen bandas locales. La mayoría de ellos oye el punkrock -que en Medellín se le llama Neopunk y, en Argentina "hardcore melódico"- que se hizo en los 90's, el punkrock que hicieron las bandas adscritas a Epitaph Records, Fat Wreck Chords, Jade Three Productions, Nitro Records, Burning Hearth Records, Lookout Records y, en cierta medida, Victory Records, Ferret Music, y... ¿Cómo es que se llamaba la disquerita esa que editaba los discos de Shelter, Focal Point y Kula Shaker? Bueno, esa. En fin.

No es por chicaniar, lo repito. Pero he tenido la oportunidad de ver en vivo a las siguientes bandas:

NOFX
No use for a name
Lagwagon
Suicide Machines
Bad Religion
Good Riddance
Me first and the gimmie gimmies (Aunque nadie me lo crea, los vi en el Warped Tour en San Francisco, California!)
Pennywise
Pulley
The Ataris
The Bouncing Souls
Offspring
MxPx
The Vandals
Voodoo Glow Skulls
Misfits
Rise Against

Estas bandas obviamente son las más famositas, y por desgracia no todas han ido a Colombia. Vale aclarar que ya van 2 intentos fallidos para que NOFX toque en Colombia, incluso con fecha en Medellín, pero "fuerzas oscuras" y cosas mal hechas han impedido que esto ocurra, dejando a los fanáticos de NOFX, que en la ciudad son muchos, sin poderlos ver ni oír en vivo.
Anoche añadí una banda más a mi lista de bandas favoritas del punkrock: MILLENCOLIN, una banda legendaria, de los 90's, originarios de Örebro, Suecia. Que concierto tan bacano, aunque el sonido fuera muy regular. Y lástima también que les haya dado por venir a estas alturas, después de más de 6 discos. Si les hubiera dado por venir en los 90's, estoy seguro de que llenan un lugar grande.

Era evidente, todos los asistentes tenían más de 25 años, todos viejos ya. Todos conocían a MILLENCOLIN y muchos, como yo, estábamos esperando por ese concierto durante buena parte de nuestras vidas. Ya habían ido a Argentina y a Brasil, pero a México nunca, y vinieron. Tocaron puros éxitos como 15, y sólo 2 canciones del disco nuevo. Son una banda primermundista, se les nota a leguas, más primermundista que las bandas gringas. Tienen "checadores" para guitarras, bajo y batería, uno para cada uno, además de 2 ingenieros de audio y un manager que tira camisetas para que el público se mate por ellas. El concierto lo comenzaron tocando "No cigar" y a la mitad tocaron un temazo, The Ballad, bastante emotivo el asunto. Todo el mundo lo cantó y oí a muchos diciendo que esa era la canción de su vida. Bueno, de mi vida no es que lo sea, pero si me gusta. Es una canción que se solía oír mucho en el bachillerato y en la mediana adolescencia. También tocaron Penguins and Polar Bears, Bullion, Ray, y los demás éxitos esperados. Dijeron estar muy contentos de venir a tocar a México DF por primera vez, pero creo que más contentos quedamos todos los que pudimos verlos. Ahora sí, como dice un amigo que comparte muchos gustos musicales conmigo: todavía nos debemos ver en vivo a Rancid, a Face to Face y a Black Train Jack, y los días que eso ocurra (que no creo, porque las dos últimas ya se disolvieron) entonces podremos morir en paz.

martes, 2 de noviembre de 2010

Biutiful [Película]


Dejando un día para aterrizar -en todo el sentido del término- y aprovechando que hoy 2 de noviembre aquí se celebra el Día de los Muertos, después de haberle llevado unos dulces y unas flores a cada uno de mis muertos favoritos (Pinita, Raquelito y Teobaldito Marx) dejé el Panteón Francés y me fui para cine. La película que me vi, se llama Biutiful, y es el último estreno del director mexicano Alejandro González Iñárritu.
Es un director cuyas películas son bien conocidas por todos (Amores Perros, 21 Gramos, Babel, etc...), y ahora, por lo menos a mi, me sorprendió con esta nueva película cuya historia ocurre en Barcelona. Vale aclarar que la historia no es contada desde tres vertientes que luego se conectan al final, como en las películas anteriores. Es una sola historia.
La película es genial, y geniales también son sus actores: Javier Bardem (mejor actor, Cannes 2010), Maricel Álvarez, (aparece fugazmente Martina García), y otros actores, entre ellos un niño, Guillermo Estrella, que es mera figura. Me sorprendió muchísimo la película y voy a explicar por qué:

Justo hoy, Teresa del Conde, columnista del períodico La Jornada escribió una reseña de la película que poco me convenció y por eso decidí ir a verla. Es la historia de Uxbal, un peninsular (para no decir "español") cualquiera, con líos de plata, de amor y con un cáncer que se lo está devorando. Uxbal trafica con personas, le busca empleo a inmigrantes ilegales, negocia buenas cantidades de euros. Entre esos negocios, los líos con su ex-esposa que se prostituye y tiene recaidas en el alcohol, la educación y el amor para sus dos hijos y los golpes bajos que le propina la enfermedad, transcurre la historia de Uxbal. Es una historia bonita, llena de detalles perfectamente cuidados que pocos directores como González Iñárritu saben cuidar. Es una historia sobre la inmigración, sobre el desespero, sobre la calle y ese bajo mundo de las urbes desarrolladas que es dramático día y noche. Persecuciones, cadáveres, lágrimas, crisis, pero también esperanza y bondad. Los rostros más bipolares del ser humano. Es una reflexión muy sensata sobre la vida y su fragilidad, yo quedé fascinado. Y pensándolo bien tal vez la fascinación en mi radica en que soy extremadamente sensible (o sensiblero) a los temas de la inmigración. No sé, siempre siento más lástima de un inmigrante jodido que de otra persona jodida, me parten la puta alma. Más aún si el inmigrante es un africano de aquellos que ronda por las calles de las ciudades europeas. Irremediablemente me acordé de un amigo, Paul, quien en una patera llegó desde Gambia y ahora vende kleenex en el semáforo de la esquina que hacen la avenida La Paz y la calle Reina de Los Ángeles, en Sevilla, España, y donde quiera que él esté, le deseo mucha suerte.

Una historia ocurrida en Barcelona, una Barcelona completamente opuesta (aunque sin quitarle méritos, claro que no) a la que muestra Woody Allen en VCB, donde también actúa Bardem. A mi me fascinó, y espero repetírmela esta semana apenas tenga tiempo. Se las recomiendo, no se van a arrepentir de ver esta historia de más de 120 minutos de duración.
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Biutiful (México-España), 2010.
Director: Alejandro González Iñárritu
Guión: Alejandro González Iñárritu / Armando Bó / Nicolás Giacobone

jueves, 23 de septiembre de 2010

Les choses sont bizarres (a manera de tema personal)...


Pocas cosas en el mundo no son una convención, entre ellas, el Tiempo.
Sí, el Tiempo con mayúscula -no el periódico ese-, el Tiempo del que habló Cipolla y que preocupó tanto a Agustín de Hipona.
Ya quisiera yo tener a la mano todas esas consideraciones filosóficas que han girado en torno al tiempo. Las filosóficas y las de corte científico, esas que hablan sobre las contracciones del Tiempo, la elasticidad del Tiempo, su expansión. Ya quisiera yo saber de todo eso.

Para mí siempre será un misterio el porqué el tiempo se contrae cuando uno ha vivido feliz. -San Fernando dice que uno debe ser feliz sin darse cuenta-. Todo pasa con una rapidez absurda cuando uno está feliz, cuando está alegre. Las mejores fiestas, los mejores conciertos, las mejores noches de pasión y los mejores parches con los amigos se acaban rapidísimo. ¿Porqué?, ¿porqué eso no dura como uno quisiera? ¿porqué esa brevedad?. Yo creo que si uno fuera feliz en la cárcel estar encerrado no sería tan maluco porque el tiempo se iría rapidísimo. Pero uno aburrido, comiendo mal, viendo las mismas caras, los mismos espacios, ahí si que el tiempo debe expandirse y que uno debe empezar a maldecir.

Los últimos cinco años de mi vida, se me han ido volando, pero volando en concorde, rapidísimo, como el corazón de un colibrí. Sin duda es que lo he pasado muy bien, creo que he sido muy feliz y que he conocido y aprendido muchas cosas y mucha gente queridísima. Pero dice el viejo dicho que no hay día que no llegue, ni plazo que no se cumpla.

Desde los primeros días de septiembre apenas vengo masticando un bocado difícil de tragar. Difícil porque es algo que partirá mi vida, no una nueva página, más bien un nuevo acápite, en ese libro que termina siendo la vida de cada uno. Llegó la hora de decirle adios al país en donde vivo. Adios a la universidad, adios a mi colonia, adios a mi delegación, adios a mis amigos, adios al Defectuoso (como cariñosamente se le llama a México DF). Me voy de aquí.

El asunto es que participé en una convocatoria pública de méritos en Medellín y me la gané. Voy a ser profesor de Historia Colonial de América Latina en el departamento de Historia de la Universidad de Antioquia. Por eso volveré a Medellín.

Eso del regreso (que ya está absolutamente decidido) me tuvo pensando y pensando mucho, ustedes son testigos, por eso la encuesta que les hice. Yo honestamente no tenía esto dentro de mis planes del futuro cercano, todo fue muy rápido y yo juraba y recontrajuraba que no iba a pasar esa convocatoria porque había muchos candidatos de muchísima más experiencia que yo y mayores, gente entre los 35 y los 40. Pero pasé, saqué el puntaje más alto de todos. Pero les juro que yo juraba que no, que eso no era para mi, que mi proceso había sido muy regular, que la otra gente lo iba a hacer mucho mejor que yo. Por eso me quedé tan estupefacto con la noticia y por eso no he podido terminar de digerir el bocado. Ahora me llaman de la universidad y preguntan si se encuentra "el profesor" Sebastián Gómez...

Pero vuelvo a lo del regreso. Cuando me dijeron que yo había sido el que había clasificado me dieron nauseas. Yo no sabía que hacer, se me pasó todo por la cabeza. Es que cinco años, son cinco años. Uno se mete unas apegadas absurdas a los lugares a donde llega a vivir. ¡Pero claró!, ¿cómo no?. Si yo en México soy como Juanito Alimaña, que: "nunca ha trabajado y siempre anda bien bonito". Lo de "bonito", es por decir, no me paren bolas. He tenido una beca durante 60 meses, y una beca buena, que me sobra hasta pa' los chicles. Es decir, yo aquí sólo estudio y voy a fiestas y a conciertos. Así vivo yo. ¿Y quién no se apega a esa vida y al país que le ha dado eso?. Yo me apegué, me encariñé, me quedó gustando. Pero le dije todo eso a mi tutora de la tesis y me dijo: sí, estoy de acuerdo contigo, pero no te puedes quedar siendo estudiante toda la vida. Y eso me dejó pensando más y más. Y ella tiene razón. Está bien. Yo podría quedarme en México que es el país que yo más quiero en el mundo. Pero ¿cuándo se acabe la beca qué hago?. Buscar trabajo, no puedo. No tengo papeles para trabajar. El nivel de competencia aquí a nivel doctoral es 7 veces peor que en Colombia. Y uno como extranjero, de que lo contratan, lo contratan, pero es como buscar trabajo de obrero sin tener brazos. Es un poco difícil la situación, más aún cuando uno está desempleado, cualquier país, por maravilloso que sea se debe convertir en el infierno. Además, está el temita aquel, el de la edad. Que mire, que yo ya no soy un cagón, dice mi santa madre.

Y bueno, se ha pasado rapidísimo todo esto. No puedo dejar de sentirme un poco triste cuando lo pienso, porque voy a dejar aquí unos años desproporcionadamente fantásticos que son lo mejor que el destino me ha dado. Pero también, me alegro porque voy a empezar de nuevo, porque voy a empezar de cero. Porque si bien voy a volver a mi ciudad, va a ser distinto. (extrapolándome con San Fernando, ni Medellín ni yo seremos los mismos) Voy a ser independiente, voy a tener un salario digno, voy a trabajar en algo que me gusta, voy a vivir en Medellín bajo otras circunstancias, y eso me parece chimba. Porque peye sería volver a la vida de antes, que no fue para nada aburrida, pero que para mi sería algo "contraevolutivo". Estoy feliz por eso, y por volver a ver a mis amigos y a conocer a unos nuevos.

Todo ha ocurrido muy rápido, una rapidez que yo no esperaba. Esta vida mía ha dado un giro extraño. Ahora estoy a la espera de que me digan cuando tengo que estar allá, y parece que será pronto, muy pronto. Y sí, enfrentaré esta nueva vida con mucha alegría porque al fin y al cabo, es la que yo escogí. Y cuando esté viviendo solo, en algún apartamento, les prometo que haré una fiesta. Habrá fondiú, vinotinto y tertulias literarias temáticas: empezaremos por Paul Auster y "la emergencia del individuo en las urbes de la East Coast" después habrá sesión de DJ's y seguiremos con tragos más fuertes. Lo prometo.

Y eso sí, espero que todos vayan.

(Y de nuevo perdón por lo catártico que suela ser en este Bló)

sábado, 18 de septiembre de 2010

¿Qué hora es?, ¿qué hora es? La hora de los Ninis!


Tengo la fortuna de que uno de mis mejores amigos sea un Nini. Se llama Arnulfo*, tiene 28 años, es diseñador gráfico, y a pesar de que sus días de juventud ya han quedado bien atrás, hoy Arnulfo es un Nini. Ni estudia, Ni trabaja, y agregaría yo, empíricamente, Ni le interesa seguir estudiando Ni le interesa conseguir trabajo.

Me cae muy bien y jamás pienso reprocharle su status, primero, porque fue su decisión, y segundo porque me da un poquito de envidia el no tener la vida que él tiene. Arnulfo es la materialización de un problema social enorme que aqueja al mundo en nuestros días. El capitalismo, que por antonomasia no genera empleo, se ha encargado de engatusar a la gente con el ofrecimiento de servicios, entre ellos, la educación. Arnulfo –bueno, sus papás– le han pagado una carrera carísima, porque estudiar aquí en una universidad privada y de renombre es lo que se dice, caro: semestres de 12 o 13 millones (de pesos colombianos) y súmele a eso el material, los mejores softwares con sus respectivas licencias, el computador (que según él sólo puede ser MacBook Pro), y agréguele que Arnulfo es un muchacho que gusta de los conciertos más exquisitos en área preferencial, come en los lugares de moda, viste sólo ropa de buenas marcas y mantiene el tanque de su Peugeot llenito. Además es un tipo amplísimo, invita a todo el mundo y ni hablar de cuando de cachoniarle a una mujer se trata.

Su vida es completamente nocturna: los lunes no sale porque se queda jugando xbox, los martes va a jugar poker con un combo de Ninis como él, los miércoles va a las “tardeadas rock” en un bar medio famoso de por aquí, los jueves salé por la nochesita a “echarse unos drinks” los viernes es el primero que ya ha conseguido entradas para la mejor fiesta casera en el sur y ahí mismo consigue información sobre la fiesta del sábado en la noche, los domingos come en la calle y luego se parcha con otro combito que tiene. Yo no sé cómo Arnulfo no es alcohólico. Bebe como una draga, sorbe, ingiere y nunca, pero nunca uno lo oye quejarse de una gastritis o de que se siente muy mal por un guayabo. Un día yo lo vi: tenía la “temblorina” que es esa mezcla de guayabo, trasnocho y resfrío que da después de más de dos días bebiendo y lo hace a uno temblar. Pero no bebiendo normalmente: bogando tragos distintos en la misma noche. Lo he visto empezar con cerveza, pasar al tequila, de ahí al whisky (que es lo que primero se acaba), luego al ron, y rematar con vodka.

No hace nada, no le interesa hacer nada. Es un feliz mantenido por la bondad de sus papás. Eso sí, es muy buen hijo, quiere mucho a la mamá y se preocupa por ella. Tal vez por eso no le recriminan su situación. Lo que sus papás le dan es casi el equivalente a un sueldo de un profesional recién iniciado, pero con la ventaja de que no paga arriendo, ni comida. Sólo es para él, para su fiesta y para la gasolina del Peugeot.

Lo bueno de ser amigo de Arnulfo, es que él siempre está disponible. Esos días “intrasemanales” medio aciagos que uno dice: que chimbada, quiero salir a la calle a dispersarme un ratico, que día tan maluco el que tuve. Eso no es sino coger el celular, apretar una tecla y contesta del otro lado una voz parrandera: “Pues en este momento voy saliendo de mi casa, voy a ir a la fiesta que hicieron los de una película que acaban de rodar, ¿quieres que pase por ti?.” (léase que esto puede ocurrir un lunes o un martes a las 23:00). Sin embargo, Arnulfo no es bobo, y sabe del principio de reciprocidad. Yo sé que él me quiere y que le gusta salir conmigo, por eso me invita y lleva a todas partes, pero ay del día en que uno le diga que no. Que está enfermo, que tiene que madrugar o que simplemente no quiere salir. Me empieza a decir que porqué ya no salgo con él, que porqué me volví tan “aguado” (es decir, tan amargado), que tranquilo, que él me lleva y me trae. Que “ves cómo eres”, que “no mames, tienes toda la semana para descansar”.

Es que como hace mucho tiempo él salió de la universidad, ya no se acuerda que la gente se tiene que levantar temprano, que tiene que hacer el desayuno, que tiene que pelear como una hora para poderse concentrar de verdad. Y vaya dígale pues que porqué no lleva curriculums a los lugares donde necesiten diseñadores gráficos o cosas así. Que no, que allá pagan muy mal y que son “bien pinches explotadores”. Que mejor él va a esperar que su papá le prometió un plante para él montar su empresa de diseño web. ¡Si señor! Ya me imagino esa belleza de empresa, llegando a las 16:00 y saliendo a las 19:00, incumpliendo pedidos, adeudando alquileres. Si señor.

En fin, mi amigo es un Nini, que vive en una de las ciudades con mayor población de Ninis en el mundo. Yo le cuento que donde yo fuera un Nini mis papás ya me hubieran metido a un reformatorio o como mínimo me hubieran regalado al Batallón Bomboná pa’ recibir instrucciones en el curso de contraguerrilla. Pero claro, aquí lo que hay son Ninis mantenidos a lo bien, que no se pierden la movida de un catre, no como esos Ninis de mi unidad en Medellín que de Ninis pasaron a ser “Zánganos de Barrio”, y de los cuales hablaré en una próxima entrada.
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*Nombre cambiado para proteger la identidad del Nini en cuestión.