jueves, 23 de septiembre de 2010

Les choses sont bizarres (a manera de tema personal)...


Pocas cosas en el mundo no son una convención, entre ellas, el Tiempo.
Sí, el Tiempo con mayúscula -no el periódico ese-, el Tiempo del que habló Cipolla y que preocupó tanto a Agustín de Hipona.
Ya quisiera yo tener a la mano todas esas consideraciones filosóficas que han girado en torno al tiempo. Las filosóficas y las de corte científico, esas que hablan sobre las contracciones del Tiempo, la elasticidad del Tiempo, su expansión. Ya quisiera yo saber de todo eso.

Para mí siempre será un misterio el porqué el tiempo se contrae cuando uno ha vivido feliz. -San Fernando dice que uno debe ser feliz sin darse cuenta-. Todo pasa con una rapidez absurda cuando uno está feliz, cuando está alegre. Las mejores fiestas, los mejores conciertos, las mejores noches de pasión y los mejores parches con los amigos se acaban rapidísimo. ¿Porqué?, ¿porqué eso no dura como uno quisiera? ¿porqué esa brevedad?. Yo creo que si uno fuera feliz en la cárcel estar encerrado no sería tan maluco porque el tiempo se iría rapidísimo. Pero uno aburrido, comiendo mal, viendo las mismas caras, los mismos espacios, ahí si que el tiempo debe expandirse y que uno debe empezar a maldecir.

Los últimos cinco años de mi vida, se me han ido volando, pero volando en concorde, rapidísimo, como el corazón de un colibrí. Sin duda es que lo he pasado muy bien, creo que he sido muy feliz y que he conocido y aprendido muchas cosas y mucha gente queridísima. Pero dice el viejo dicho que no hay día que no llegue, ni plazo que no se cumpla.

Desde los primeros días de septiembre apenas vengo masticando un bocado difícil de tragar. Difícil porque es algo que partirá mi vida, no una nueva página, más bien un nuevo acápite, en ese libro que termina siendo la vida de cada uno. Llegó la hora de decirle adios al país en donde vivo. Adios a la universidad, adios a mi colonia, adios a mi delegación, adios a mis amigos, adios al Defectuoso (como cariñosamente se le llama a México DF). Me voy de aquí.

El asunto es que participé en una convocatoria pública de méritos en Medellín y me la gané. Voy a ser profesor de Historia Colonial de América Latina en el departamento de Historia de la Universidad de Antioquia. Por eso volveré a Medellín.

Eso del regreso (que ya está absolutamente decidido) me tuvo pensando y pensando mucho, ustedes son testigos, por eso la encuesta que les hice. Yo honestamente no tenía esto dentro de mis planes del futuro cercano, todo fue muy rápido y yo juraba y recontrajuraba que no iba a pasar esa convocatoria porque había muchos candidatos de muchísima más experiencia que yo y mayores, gente entre los 35 y los 40. Pero pasé, saqué el puntaje más alto de todos. Pero les juro que yo juraba que no, que eso no era para mi, que mi proceso había sido muy regular, que la otra gente lo iba a hacer mucho mejor que yo. Por eso me quedé tan estupefacto con la noticia y por eso no he podido terminar de digerir el bocado. Ahora me llaman de la universidad y preguntan si se encuentra "el profesor" Sebastián Gómez...

Pero vuelvo a lo del regreso. Cuando me dijeron que yo había sido el que había clasificado me dieron nauseas. Yo no sabía que hacer, se me pasó todo por la cabeza. Es que cinco años, son cinco años. Uno se mete unas apegadas absurdas a los lugares a donde llega a vivir. ¡Pero claró!, ¿cómo no?. Si yo en México soy como Juanito Alimaña, que: "nunca ha trabajado y siempre anda bien bonito". Lo de "bonito", es por decir, no me paren bolas. He tenido una beca durante 60 meses, y una beca buena, que me sobra hasta pa' los chicles. Es decir, yo aquí sólo estudio y voy a fiestas y a conciertos. Así vivo yo. ¿Y quién no se apega a esa vida y al país que le ha dado eso?. Yo me apegué, me encariñé, me quedó gustando. Pero le dije todo eso a mi tutora de la tesis y me dijo: sí, estoy de acuerdo contigo, pero no te puedes quedar siendo estudiante toda la vida. Y eso me dejó pensando más y más. Y ella tiene razón. Está bien. Yo podría quedarme en México que es el país que yo más quiero en el mundo. Pero ¿cuándo se acabe la beca qué hago?. Buscar trabajo, no puedo. No tengo papeles para trabajar. El nivel de competencia aquí a nivel doctoral es 7 veces peor que en Colombia. Y uno como extranjero, de que lo contratan, lo contratan, pero es como buscar trabajo de obrero sin tener brazos. Es un poco difícil la situación, más aún cuando uno está desempleado, cualquier país, por maravilloso que sea se debe convertir en el infierno. Además, está el temita aquel, el de la edad. Que mire, que yo ya no soy un cagón, dice mi santa madre.

Y bueno, se ha pasado rapidísimo todo esto. No puedo dejar de sentirme un poco triste cuando lo pienso, porque voy a dejar aquí unos años desproporcionadamente fantásticos que son lo mejor que el destino me ha dado. Pero también, me alegro porque voy a empezar de nuevo, porque voy a empezar de cero. Porque si bien voy a volver a mi ciudad, va a ser distinto. (extrapolándome con San Fernando, ni Medellín ni yo seremos los mismos) Voy a ser independiente, voy a tener un salario digno, voy a trabajar en algo que me gusta, voy a vivir en Medellín bajo otras circunstancias, y eso me parece chimba. Porque peye sería volver a la vida de antes, que no fue para nada aburrida, pero que para mi sería algo "contraevolutivo". Estoy feliz por eso, y por volver a ver a mis amigos y a conocer a unos nuevos.

Todo ha ocurrido muy rápido, una rapidez que yo no esperaba. Esta vida mía ha dado un giro extraño. Ahora estoy a la espera de que me digan cuando tengo que estar allá, y parece que será pronto, muy pronto. Y sí, enfrentaré esta nueva vida con mucha alegría porque al fin y al cabo, es la que yo escogí. Y cuando esté viviendo solo, en algún apartamento, les prometo que haré una fiesta. Habrá fondiú, vinotinto y tertulias literarias temáticas: empezaremos por Paul Auster y "la emergencia del individuo en las urbes de la East Coast" después habrá sesión de DJ's y seguiremos con tragos más fuertes. Lo prometo.

Y eso sí, espero que todos vayan.

(Y de nuevo perdón por lo catártico que suela ser en este Bló)

sábado, 18 de septiembre de 2010

¿Qué hora es?, ¿qué hora es? La hora de los Ninis!


Tengo la fortuna de que uno de mis mejores amigos sea un Nini. Se llama Arnulfo*, tiene 28 años, es diseñador gráfico, y a pesar de que sus días de juventud ya han quedado bien atrás, hoy Arnulfo es un Nini. Ni estudia, Ni trabaja, y agregaría yo, empíricamente, Ni le interesa seguir estudiando Ni le interesa conseguir trabajo.

Me cae muy bien y jamás pienso reprocharle su status, primero, porque fue su decisión, y segundo porque me da un poquito de envidia el no tener la vida que él tiene. Arnulfo es la materialización de un problema social enorme que aqueja al mundo en nuestros días. El capitalismo, que por antonomasia no genera empleo, se ha encargado de engatusar a la gente con el ofrecimiento de servicios, entre ellos, la educación. Arnulfo –bueno, sus papás– le han pagado una carrera carísima, porque estudiar aquí en una universidad privada y de renombre es lo que se dice, caro: semestres de 12 o 13 millones (de pesos colombianos) y súmele a eso el material, los mejores softwares con sus respectivas licencias, el computador (que según él sólo puede ser MacBook Pro), y agréguele que Arnulfo es un muchacho que gusta de los conciertos más exquisitos en área preferencial, come en los lugares de moda, viste sólo ropa de buenas marcas y mantiene el tanque de su Peugeot llenito. Además es un tipo amplísimo, invita a todo el mundo y ni hablar de cuando de cachoniarle a una mujer se trata.

Su vida es completamente nocturna: los lunes no sale porque se queda jugando xbox, los martes va a jugar poker con un combo de Ninis como él, los miércoles va a las “tardeadas rock” en un bar medio famoso de por aquí, los jueves salé por la nochesita a “echarse unos drinks” los viernes es el primero que ya ha conseguido entradas para la mejor fiesta casera en el sur y ahí mismo consigue información sobre la fiesta del sábado en la noche, los domingos come en la calle y luego se parcha con otro combito que tiene. Yo no sé cómo Arnulfo no es alcohólico. Bebe como una draga, sorbe, ingiere y nunca, pero nunca uno lo oye quejarse de una gastritis o de que se siente muy mal por un guayabo. Un día yo lo vi: tenía la “temblorina” que es esa mezcla de guayabo, trasnocho y resfrío que da después de más de dos días bebiendo y lo hace a uno temblar. Pero no bebiendo normalmente: bogando tragos distintos en la misma noche. Lo he visto empezar con cerveza, pasar al tequila, de ahí al whisky (que es lo que primero se acaba), luego al ron, y rematar con vodka.

No hace nada, no le interesa hacer nada. Es un feliz mantenido por la bondad de sus papás. Eso sí, es muy buen hijo, quiere mucho a la mamá y se preocupa por ella. Tal vez por eso no le recriminan su situación. Lo que sus papás le dan es casi el equivalente a un sueldo de un profesional recién iniciado, pero con la ventaja de que no paga arriendo, ni comida. Sólo es para él, para su fiesta y para la gasolina del Peugeot.

Lo bueno de ser amigo de Arnulfo, es que él siempre está disponible. Esos días “intrasemanales” medio aciagos que uno dice: que chimbada, quiero salir a la calle a dispersarme un ratico, que día tan maluco el que tuve. Eso no es sino coger el celular, apretar una tecla y contesta del otro lado una voz parrandera: “Pues en este momento voy saliendo de mi casa, voy a ir a la fiesta que hicieron los de una película que acaban de rodar, ¿quieres que pase por ti?.” (léase que esto puede ocurrir un lunes o un martes a las 23:00). Sin embargo, Arnulfo no es bobo, y sabe del principio de reciprocidad. Yo sé que él me quiere y que le gusta salir conmigo, por eso me invita y lleva a todas partes, pero ay del día en que uno le diga que no. Que está enfermo, que tiene que madrugar o que simplemente no quiere salir. Me empieza a decir que porqué ya no salgo con él, que porqué me volví tan “aguado” (es decir, tan amargado), que tranquilo, que él me lleva y me trae. Que “ves cómo eres”, que “no mames, tienes toda la semana para descansar”.

Es que como hace mucho tiempo él salió de la universidad, ya no se acuerda que la gente se tiene que levantar temprano, que tiene que hacer el desayuno, que tiene que pelear como una hora para poderse concentrar de verdad. Y vaya dígale pues que porqué no lleva curriculums a los lugares donde necesiten diseñadores gráficos o cosas así. Que no, que allá pagan muy mal y que son “bien pinches explotadores”. Que mejor él va a esperar que su papá le prometió un plante para él montar su empresa de diseño web. ¡Si señor! Ya me imagino esa belleza de empresa, llegando a las 16:00 y saliendo a las 19:00, incumpliendo pedidos, adeudando alquileres. Si señor.

En fin, mi amigo es un Nini, que vive en una de las ciudades con mayor población de Ninis en el mundo. Yo le cuento que donde yo fuera un Nini mis papás ya me hubieran metido a un reformatorio o como mínimo me hubieran regalado al Batallón Bomboná pa’ recibir instrucciones en el curso de contraguerrilla. Pero claro, aquí lo que hay son Ninis mantenidos a lo bien, que no se pierden la movida de un catre, no como esos Ninis de mi unidad en Medellín que de Ninis pasaron a ser “Zánganos de Barrio”, y de los cuales hablaré en una próxima entrada.
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*Nombre cambiado para proteger la identidad del Nini en cuestión.