domingo, 30 de mayo de 2010

Una ciudad que conocí




Hace muy poco conversando con una amiga que vive en New York llegamos a una conclusión muy brusca y tal vez un poco chiflada, conclusión de clasemediero de ciudad capital de provincia colombiana (léase Medellín-Antioquia) y es que cuando uno es así y nace apuntalado por esas circunstancias, va a otros lugares y todo le parece chimba. Uno se descresta por todo y piensa que el pasto del vecino siempre será más verde. Además, pa que hijueputas, pero uno como colombiano tiene derecho a ser pesimista.

El exceso de orgullo hace que uno se infle como un sapo y diga sin vergüenza alguna que nació en la ciudad más linda del mundo, que la ciudad es la berraquera y que además esa ciudad más linda del mundo tiene las mujeres más lindas del mundo, los perros calientes más ricos del mundo, un transporte público excelente, universidades de respeto y lugares para pasarla bien que no se encontrarían en otro país del nivel de Colombia (léase Ecuador, Venezuela, Perú, Costa Rica, Panamá). En fin, son construcciones que uno hace a lo largo de la vida y que estan basadas en la sensación que da haber pasado los mejores años de ésta en un lugar determinado. A mi Medellín me gusta mucho, es mi ciudad y la quiero, pero desde hace muchos años estoy convencido de que tan, tan, tan chimba, no es; es bacana, tiene cosas, pero carece de muchas más.

Pienso todo eso es porque desde hace una semana tuve la oportunidad de conocer ésta ciudad y quedé fascinado por todo. Por los perros calientes, por la comida, por la universidad que tiene, porque tiene unas playas increibles, y unas mujeres increiblemente hermosas, que se darían guerra a muerte con las de Medellín y temo que ganarían, pero bueno, pongamos que hay empate. Ganan para mí por eso mismo, porque el pasto del vecino siempre será más verde. Por su idioma y su acento, por cómo se mueven, por cómo se ríen, por cómo se visten y por como actúan. Ah, yo no sé cómo explicar.

Ésta ciudad que conocí tiene alrededor de un millón de habitantes y tiene salida al mar. Tiene un centro pequeño que todo es peatonal, tiene buenos complejos para montar skate, tiene un mercado de mariscos y pescados y muchos restauranticos de comida italiana que es como fusionada con la gastronomía local: spaghettis acompañados con torticas de yuca, pizza de corazón de pollo, perros calientes con puré de papas, arvejas, maíz y frijoles. Y vuelvo al tema, al maldito tema que no me ha dejado concentrar: las mujeres. Son divinas, molde de negra pa' todas. Indias, monas, asiáticas (paradójicamente) y negras. O yo no sé si serán esos bluejeans que se ponen, yo no sé. Pero yo quedé estupefacto, asombrado, atormentado. Mi amigo Fernando Prado me llevó a una fiesta en la universidad, una fiesta que organiza el estudiantado anualmente y son dos noches consecutivas de parranda y música en vivo. Lo único que puedo decir es que en un momento de esa fiesta yo ya estaba medio prendido y vi un grupo como de siete viejas juntas, yo las conté. Me pasó lo que le pasó a un cacorro amigo de Vallejo que -en El fuego secreto- vió un pelao muy lindo: se me salieron un par de lágrimas. A mi nunca me había pasado eso. Fue una exaltación sensorial indescriptible. Además bailando una musiquita que se llama Forró y otra que se llama Sertanejo se ven preciosas. Además tienen un detallito y es que les encantan los tatuajes, detallito que me derrite a mi. Yo vivo diciendo que no me caso ni por el putas, que voy a vivir solo como un caracol, pero ya no, ahora si me quiero casar con una vieja de éstas. Claro, eso si me para bolas, pues. Ah, pero yo soy optimista y creo que si. Además son muy sencillas y son queridas, eso de que sólo le paran bolas a los manes con carro o moto ya lo superaron. Y no son lo que la gente cree, que son promiscuas y esas cosas, no, para nada. Tranquilas, el que les gustó fue el que ganó y punto. Y relajadas con los asuntos de la cama. Vea: me gusta esto y aquello ¿es posible realizarlo?.

Aquí hay una tremenda calidad de vida. Y léase bien, me refiero a una ciudad de lo que se considera "Tercer Mundo". La gente sonríe y es amable. Madrugan a las 6 o 7 de la mañana, van a la playa y regresas a las casas para estar a las 9 en el trabajo. Salen a las 5 o 6 (que ya oscureció) descansan en la casita un rato y por la nochesita salen a comer. Acompañan la comidita con cerveza, hablan un rato, se echan un par de cigarrillitos y vuelven a la casa relajados, a dormir. Es una vida tranquila, sosegada, con problemas mínimos de seguridad en las calles. Que robos, que atracos, que secuestros, que violaciones, que se robaron un niño, que me rayaron el carro, nada. Eso parece superado o no sé si es que sea impresión mía. Uno lo nota en el caracter de la gente, la gente no está estresada, está tranquila, está convencida de que vive en un buen lugar y hace lo posible por mantenerlo así. Hacen asados e invitan a los vecinos. Gente muy hospitalaria que curiosamente tiene a los colombianos en un concepto positivo, porque aquí todavía son escasos.

Está bien, digamos que las circunstancias en las que conocí la ciudad son circunstancias muy amables, clasemedieras también, es decir, cómodas. Hay pobreza, si, miseria, tambien, pero aquí como que huele a esperanza. El país ha dado grandes pasos en muchas materias, la gente cree en él, le gusta, lo valora y tienen un presidente que, para esta manada de mequetrefes a los que estamos acostumbrados en América Latina, es, como diría mi tío Jorge, "un señor". Es un país sin complejos. Usted le pregunta a una persona de aquí: ¿cuál es el mejor país de mundo? y dicen, pues el mío es el mejor. Vaya pues pregúntele eso a un colombiano a ver si no le dice que Canadá, Australia o USA.

Ah, yo no sé. Quede envenenado con ésta ciudad tan linda y los picos de una pecosita ahí. Yo quiero vivir acá y terminar de envejecer acá. Ya estuvo bueno de tanto smog, de tanto tumulto, de que se vaya el agua, de siempre tener que hablar con rodeos. No, que pereza, hay que cambiar y despertarse sintiendo el olor de la brisa marina, tomar jugo de acerola, comer mariscos y carne asadas, ir a la playa 3 veces por semana como mínimo, enloquecerse con la belleza de éstas viejas, ir entre semana a echarse unos tragos con amigos, montar skate en buenos lugares. Sacrificaría los conciertos, las fiestas abrumadoras, y la vida en una ciudad "protocosmopolita" como en la que vivo por vivir acá, a ojo cerrado. En fin, los invito a que conozcan esta ciudad que tuve la oportunidad de conocer y disfrutar: se llama Florianópolis y es la capital del estado de Santa Catarina, en el sur de ese país continental que se llama Brasil. Y vuelvo a un comentario de otra amiga: es increible que en este país tan desmedidamente chimba no nos pidan visa y que en el aeropuerto, en las taquillas de inmigración, una policía hermosa nos diga "Bem-Vindo".